Corría el verano de 2004 cuando un jovencísimo y espigado checo derribó la puerta del gran público apartando al todopoderoso Roger Federer de su sueño del oro olímpico. Atenas fue el idílico escenario de su homérica irrupción a base de golpes ganadores. Sin embargo, el tiempo ha demostrado que poco o nada tendría que ver su carrera deportiva con las grandes gestas. El checo se diluye en las grandes citas, en los grandes escenarios, frente a los grandes tenistas. Pero nadie puede achacarle que no batalle a pecho descubierto. Berdych nunca rehuye el combate; es más, lo justo sería decir que lo busca. Es un jugador que no hace prisioneros. Salta a la pista y propone lo que sabe: pegar a la bola muy fuerte y muy plano. Porque si de alguien puede decirse que golpea muy plano (a la espera de Soderling) es de Berdych.

Su mejor arma es, sin duda, su excelso servicio. Ayudado por su 1’96, cañonea a sus víctimas con la precisión de un francotirador. Domina con su demoledora derecha y también posee un muy buen revés a dos manos, pero necesita la iniciativa. Porque la altura es también su mayor hándicap. Sufre para golpear la bola en carrera y su limitada aunque aceptable movilidad le deja a menudo a merced de los rivales. Se trata de un tenista dominador, rebosante de un talento que su juego violento no siempre permite apreciar.

Sin embargo, pocas cosas reflejan tan bien sus debilidades como echar un vistazo a su palmarés. Dice mucho de su mentalidad la ausencia de grandes triunfos, incluso de triunfos a secas. Aunque campeón de la Davis con su país, París-Bercy es el único trofeo importante conquistado por un tenista que estaba llamado a mucho más. Y eso que lo logró cuando las grandes raquetas del circuito no acudían a la cita… Wimbledon, Miami o Madrid le han visto a un paso de la gloria, pero ése es poco bagaje después de ocho años en la élite y tantas expectativas creadas. Por lo tanto, a pesar de la constante evolución de su juego, es el apartado psicológico o mental el que le impide dar ese último paso en los torneos y esto no puede discutirse porque a sus rivales, uno por uno, los ha derrotado a todos. Y si no soluciona este aspecto, es probable que su nombre se diluya en el recuerdo del aficionado, condenándolo a ser aquel gigante rubio de mal carácter que en una ocasión osó mandar callar irreverente al respetable de Madrid, pagando las fatales consecuencias el mismísimo Rafa Nadal. Y es que ya hemos dicho que Berdych no entiende de medias tintas…tampoco sin pelota de por medio.